lunes, 16 de julio de 2012

Entrevista que me realizara Mariana Olguín para la Agencia Mendocina de Periodismo Político http://www.agemep.com/Lectura.asp?id=118 Domingo, 15 de Julio de 2012 Por Mariana Olguín

La educación, y en especial la educación formal, es un tema de debate que en el plano simbólico se expresa en una importante diversidad de corrientes de pensamiento. Pero también sus impactos pueden enumerarse en la cotidianeidad de niños y niñas, sobre todo, sobre todo a la luz del fuerte impacto de políticas que, en el marco de la línea neoliberal, deterioraron profundamente a las instituciones educativas. Por esto, se hace necesario implementar herramientas que busquen reforzar las dificultades expresadas en el sistema de educación y esta es una tarea primordial del Estado Nacional, sobre todo en un país donde la educación es Laica, Universal, y Gratuita. En los últimos años se instrumentaron políticas que buscan la inclusión de niños y niñas mediante la realización de programas específicos y el mejoramiento en el sistema de aprendizaje. Uno de estos casos lo constituyen los Centro de Actividades Infantiles (CAI), que surgieron por iniciativa del ministerio de Educación de la Nación, a través de la Dirección de Políticas Nacionales Socioeducativas. Los CAI son una propuesta creada a raíz de la Asignación Universal por Hijo (AUH) para poder atender a todos los niños que se insertaron en el ámbito escolar a raíz de esa propuesta. En el país se implementaron ya en varias provincias como La Pampa, Córdoba, Corrientes, Neuquén; muchos a partir de agosto del 2010. Mendoza se sumó a esta iniciativa en los primeros días de julio, cuando fue presentada en una jornada donde se contó con la presencia de autoridades nacionales y provinciales, y que se realizó en la Biblioteca Pública General San Martín. Allí se anunció que comenzará a implementarse a partir de los primeros días de agosto de, y se extenderá hasta 2015. Agemep se comunicó con la coordinadora de los CAI, Cledia Valdéz, subdirectora de Políticas Socioeducativas de la provincia, quien brindó mayores detalles acerca de este programa y afirmó que “el objetivo es poder ampliar y fortalecer las trayectorias escolares de los niños en situación de mayor vulnerabilidad socioeducativa, a través de estrategias tales como los tutores socioeducativos que van a trabajar tanto en las escuelas como en los hogares de los chicos. El trabajo más fuerte se va a llevar a cabo los días sábados, donde van a funcionar en cada uno de los CAI tres talleres culturales y artísticos, dependiendo del proyecto que elabore la escuela”. El CAI se va a implementar en 36 “Escuelas Sedes”, en las cuales se concentraran cerca de 120 escuelas primarias. Cada “Escuela Sede” trabajará en conjunto con tres o cuatro escuelas de alrededor en la zona donde se encuentre ubicada. Este programa abarca toda la provincia, y de él participan colegios seleccionados desde 2009, que no se encontraban con ningún programa o tenían mayor índice de vulnerabilidad. Con esto, se estima atender alrededor de 10.000 chicos. Valdéz expresó que “lo ideal de los Centro de Actividades Infantiles es que fuera para todos los chicos, pero hoy debemos tener algún criterio para llegar a los que más lo necesitan”. De este modo remarcó: “tendrán prioridades aquellos niños que se encuentren en situación de trabajo infantil, y que por este motivo no asisten a la escuela o lo hacen temporariamente, y aquellos chicos que por AUH ingresaron de manera tardía a la Escuela. También se atenderá niños que están en situación de vulnerabilidad y que no tienen un rendimiento positivo”. El Equipo institucional está conformado por un Coordinador Institucional, dos tutores socioeducativos, por el director/a del establecimiento y tres talleristas. Respecto de la elección de los tutores socioeducativos que llevarán adelante el programa, existe una normativa que establece que “tendrán prioridad los docentes que ya son parte de la planta funcional de la Escuela Sede”. Valdéz mencionó que “la intención es que estos tutores socioeducativos sean conocidos por la comunidad y a su vez, la conozcan, para hacer trabajo comunitario”. En los CAI se trabajará en contra turno, a cargo de un tutor que deberá incorporar estrategias innovadoras a través del juego y el arte, con los recursos de la escuela para hacer un trabajo “no de recuperación sino para ampliar la trayectoria del los chicos”. Para ello está previsto realizar capacitaciones para los docentes. Los talleres que se aplicarán en cada caso dependerán de cada escuela. Para ocupar los cargos de tallerista, las escuelas convocarán a través de la publicación en los periódicos, a partir de agosto, vinculado al proyecto que elabore la escuela con el coordinador institucional, teniendo en cuenta las necesidades de la comunidad. Por último, Valdéz expresó que “con la inversión que se hace y con el tipo de trabajo estamos convencidos que los resultados van a ser positivos” y adelantó que junto a esto, Mendoza realizará una experiencia piloto, pionera en el país, respecto de implementar los Centro de Actividades para Adultos. El mismo se desarrollará en el departamento de Godoy Cruz, donde se trabajará con chicos de más de 16 años. Agemep consultó a especialistas en Educación, que reflexionan acerca de estos programas y como impactarían en la educación de niños y niñas. La Dra. Ana María Pardo, docente universitaria e Investigadora, quien en la actualidad es asesora en la Subsecretaría de Trabajo en Temas de Educación, postuló que “los CAI son espacios de aprendizaje y de recreación muy adecuados para el desarrollo del pensamiento creativo y científico. Hay otros espacios que se van creando desde la emergencia para atender problemáticas puntuales como la prevención del Trabajo Infantil: se han creado los Centros de Cosecha con la participación de la Subsecretaría de Trabajo, la Dirección General de Escuelas, los Municipios y Organizaciones de la Sociedad Civil”. Respecto del impacto que genera en los niños y niñas expresó: “esto contribuye al aprendizaje y/o a mejorar las formas de relación interpersonal y a afianzar valores sociales, es decir, un acompañamiento integral”. Sobre los alcances que los CAI pueden generar, Pardo aseveró: “son estrategias en desarrollo, como todo en educación, porque se trata de prácticas dinámicas que requieren evaluación y ajuste de manera permanente, para adecuarlas a los tiempos y a los sujetos, que no siempre son los mismos, ni tienen las mismas inquietudes”. Agregó que “para ir mejorando y adecuando permanentemente estas prácticas es preciso señalar que en educación los procesos no son inmediatos y los hallazgos tienen impacto en el mediano plazo. Aunque también para un niño o niña o adolescente que se siente contenido en su proceso de crecimiento y desarrollo el impacto afectivo, por ejemplo, es inmediato. En educación los cambios requieren tiempo para ser evaluados de manera macro”.
Por su parte, Soledad Pino, profesora en Psicología y miembro de la Fundación Hospiniño detalló a este medio el trabajo que realiza en uno de los CAJ, Centros de Actividades Juveniles, que tienen básicamente el mismo objetivo que los CAI, pero que están orientados a jóvenes de la secundaria, y llevan varios años en la provincia. Pino explicó que los CAJ “son programas nacionales que convocan a talleristas a realizar trabajo socio comunitario en las escuelas. El objetivo principal es la inclusión y el abordaje de temas como la educación ambiental, género, participación juvenil-estudiantil, que en un espacio curricular no se tocan específicamente”. Respecto de los resultados que observó, Pino manifestó que “desde que se instala el proyecto en la escuela, los CAJ empiezan a hacer ruido, ya que proponen una transformación de la cultura escolar instituida. Esto genera resistencia por parte de los/as docentes. Pero la primera transformación la reciben las paredes de las escuelas. En casi todas se han hecho murales plasmando lo que piensan y sienten los/as chicos/as, así la escuela se llena de colores y visibiliza desde esa expresión a los/as alumnos/as. Otro cambio se da a partir de la propuesta de formar el centro de estudiantes, y es ahí cuando profesores/as más conservadores empiezan a preguntar sobre el proyecto”. Para la tallerista, “esta clase de proyectos funcionaría mejor si en cada hora los profesores dejaran de lado unos minutos el tema de la materia para charlar sobre lo que pasa afuera, y con eso la conciencia se abriría muchísimo”. Con respecto a la aceptación de alumnos y alumnas de estos programas, Pino expresó que “lo que más cuesta es la continuidad en estos talleres. Hay muchas alternativas de actividades, y al ser de participación voluntaria, lo que se juega es la motivación”. En un análisis mucho más profundo de la situación de la escuela formal, Nora Llaver, Dra. en Educación y docente en el profesorado de Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, sostiene la necesidad de diferenciar ciertas cuestiones y adelantó: “por un lado no me parecen mal que se implementen estos programas, porque es deplorable que los chicos fracasen cuando comienzan la escuela. Me parece algo que no debería suceder, y que habla de cómo está funcionando la institución educativa, históricamente. Sabemos que el neoliberalismo terminó de desfundar las instituciones educativas y que la escuela, a pesar de todo, fue uno de los pocos reservorios. No sé si se salvó totalmente pero creo que la pudimos salvar con la gestión de docentes y demás, pero quedó herida: no es una escuela igualadora, equitativa, que dé cabida a todos los sujetos” y agregó que “en el marco de la situación actual, ésta medida me parece que puede ser auspiciosa, siempre y cuando haya contagio al interior de la escuela y no genere problemas dentro, o entre los y las trabajadores de la educación, ya que no necesariamente los que vayan a coordinar o a trabajar en los CAI van a ser docentes. Me parece que tienen que ser políticas que apunten de manera sistemática y permanente a la formación de la docencia. No puede haber docentes que no podamos articular proyectos desde y con la comunidad”. Si bien considera positivo el programa en sus objetivos finales, Llaver estimó necesario realizar un planteó sobre antiguas experiencias, con las cuales puede compararse. “Hay un pasado donde para sanear algunas deficiencias a nivel educativo, se tendió hacia lo mismo. Por el año 87 aparecieron los Servicios Educativos de origen social (SEOS) en la provincia de Mendoza, que en realidad para mucha gente eran como guarderías. Había una concepción, y la sigue habiendo, muy diferente en educación. En paralelo, se instalaban Centros de Apoyo Escolar (CAE), para en alguna manera evitar el fracaso en las escuelas de niños y niñas”. La investigadora también recuperó que junto a estas, “también hay otras experiencias. Había casos en los cuales se trabajaba en las escuelas, cuando lo posibilitaba, y si no se trabajaba en las uniones vecinales y los centros comunitarios, con docentes voluntarios. Por temas del presupuesto no se pagaba, pero se deba un reconocimiento con puntaje para luego acreditarlo en el entonces ministerio de Educación (hoy DGE) también a cargo de María Inés Abrile de Vollmer. Esto implicaba sin duda un apoyo enorme a chicos y chicas, sobre todo en la posibilidad que no repitieran”. En su adhesión a los preceptos del filósofo y educador brasileño, Paulo Freire, Llaver afirmó que “el impacto dependerá de cómo se implemente. Puede ser positivo, pero por otro lado una dice: por qué no producir esto desde la escuela misma, por qué siempre la escuela termina como necesitando de una acción cultural, cuando la educación es fundamentalmente social y no se la puede entender sin esa dimensión social y política”. En referencia a la escuela formal expresó: “uno de los problemas más grandes que tiene la escuela, esta escuela reproductivista, es ignorar el capital cultural o no legitimar el capital cultural. Los fracasos en las escuelas suceden por muchas cuestiones, pero todas tienen que ver con este corte de la escuela y el territorio geográfico y cultural del los sujetos”, y agregó que “uno de los problemas más grande es la formación docente. La escuela que se configuró en el siglo XIX fue una escuela igual para todos. Si bien fue una escuela que permitió la movilidad social, fue una escuela homogénea, apuntó a la homogenización, y no era una escuela de educación popular”. Por último, Llaver se refirió a medidas que considera del todo beneficiosas en materia de educación, y dijo “me parece auspiciosa una de las medidas tomada hace poco, y que implica que los niños y niñas de primer grado no van a repetir. Esto es buenísimo, esto es comprender los procesos de alfabetización, es comprender qué implica la escuela para chicos y chicas. Pensar que no van a repetir es pensar que no puede haber educación desde el fracaso”.