martes, 5 de abril de 2016

VICISITUDES DE LA EDUCACIÓN - NOTA

“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” Paulo Freire ¿Cuántas veces a la hora de una tarea o una evaluación, nuestros/as alumnos/as nos preguntan: ¿Pero usted qué quiere que ponga?, o ¿Cuánto quiere que le escriba de esto?, etc. Estas preguntas no son más que el reflejo de lo que el sistema hace de ellos. Meros repetidores de esquemas prototípicos, plagados de la sumatoria de opiniones de un docente tras otro, sin dejar lugar a la creatividad, al desarrollo de los propios intereses y mucho menos, al aprovechamiento del error como una instancia de aprendizaje y de crecimiento. Luego, muy ávidos de autoridad, se escucha en las salas de profesores decir que los/as alumnos/as no tienen juicio crítico. Como vengo señalando en otros artículos, los cambios en educación son muy difíciles, aunque no creo que sean imposibles. Hay algo que me preocupa mucho y que se observa en los docentes, sobre todo en los más jóvenes, los que incluso son ex alumnos/as míos. Es el hecho del énfasis, desde mi punto de vista excesivo, que le imprimen al cumplimiento con las formas y descuidan el fondo. Me refiero a que no hay tiempo, ni espacio ni voluntad para la reflexión sobre aspectos del ejercicio de la profesión docente como tal. La inmensa cantidad de líneas administrativas que se deben cumplir, los requerimientos permanentes como un empleado más de la administración pública, se suma a tener que llenar planillas con más y más datos, en tiempos excesivamente acotados, con salarios bajos que exigen otras actividades mejor remuneradas en muchos casos, etc. Me parece que no dan lugar a reflexiones profundas sobre casi nada que ataña al ejercicio de la profesión. De manera que nos encontramos con un docente que repite esquemas, tal como aprendió a repetir a lo largo de su tránsito por el sistema educativo como estudiante. Sin cuestionar, sin defender posturas, sin altibajos, circunscriptos en una pretendida comunicación que no es tal, sino que simplemente es “bajada de línea” a cumplir. Cualquier observación es considerada como disonancia y el “buen docente” pareciera ser aquel que va bien en el ritmo de lo meramente administrativo – forma- y no en el fondo que, desde mi punto de vista es el logro de que sus alumnos/as desarrollen el pensamiento creativo y científico, en ese tiempo y espacio que el sistema educativo brinda como oportunidad. Si somos meros repetidores de esquemas aprendidos – y continuamos como docentes haciendo lo mismo-, y calificamos en función de qué tan bien nuestros/as alumnos/as repiten nuestras ideas y creencias, mal podemos esperar una cambio para la mejora y mucho menos, el desarrollo de juicio crítico y moral. Propiciar climas creativos que permitan el descubrimiento y desarrollo de las potencialidades de los estudiantes, poniendo énfasis en los aprendizajes y la reconstrucción personal de los significados, propiciando el surgimiento de la duda, con la certeza que no se castigará el error, sino que se avanzará hacia la respuesta individual, colectiva, consensuada, diversa, es decir, el pensamiento científico, me parece que es un aspecto relevante a recuperar o instalar. En síntesis, creo que “ser docente” es distinto que “trabajar como docente”, porque tal como expresa Freire en esa frase. El primero es el tiene conciencia de que su labor trasciende las paredes de las aulas, cuyo impacto es social y cultural y, por lo tanto, es un Referente Social y no un empleado público más.