martes, 7 de septiembre de 2010

EDUCACIÓN EN CÁRCELES


EDUCACIÓN EN CÁRCELES
Dra. Ana María Pardo.-

La Educación en cárceles se desarrolla desde hace mucho tiempo. Su abordaje se ha realizado desde una conceptualización que se enmarca en la idea del tratamiento del interno para mejorar su adaptación a la vida en el encierro y para proyectar su incorporación a la sociedad cuando recobre la libertad. La operatividad de esta idea ha variado en relación a los cambios de gobiernos.
Hoy asistimos a un nivel de maduración como consecuencia de distintas experiencias que se nutren de los hallazgos de las investigaciones que se vienen realizando, las fuentes bibliográficas que se ponen a disposición y como producto de estos encuentros, que se traducen en ideas superadoras que incluyen mayor apertura, humanización y la necesidad de la continuidad de políticas aunque los gobiernos cambien.
Son las nuevas concepciones y prácticas que se van incorporando y, como un movimiento emergente, exigen nuevas resignificaciones. En este sentido, consideramos que es inminente el cambio de paradigma en el que sólo la seguridad es importante hacia aquel que piensa al encierro como una nueva posibilidad y oportunidad para la persona. Ello no implica necesariamente relajar cuestiones de orden elemental, pero si pensar a la Educación como promotora de derecho y de vida que aporta herramientas para la construcción de un proyecto personal, durante el proceso de la pena y en perspectiva hacia el futuro en libertad.
Las nuevas miradas emergentes entran en pugna como dos sistemas de fuerza sólidamente argumentados. Uno considera a la Educación como parte de un tratamiento que se le da a la persona y que producto de ello forma un concepto que le permitirá acceder a otras cosas, instancias y posibilidades. Con otro que piensa a la Educación como derecho y no como premio ni como castigo, en donde su ejercicio debe ser garantizado.
Como rasgo distintivo de los últimos años, común a la realidad de la región, observamos que la población en contextos de encierro es cada vez más joven, que comparten el aburrimiento, la abulia, la falta de capacitación, acosados por el flagelo de la droga, etc. al igual que los que están en libertad, constituyéndose nuestra juventud en un grupo etario con altos niveles de vulnerabilidad social.
En nuestro contexto observamos muchas actitudes positivas, entre ellas se cuentan que son muchos los internos que pertenecen a la Granja Penal que han internalizado rutinas como horarios, sistemas de labor, etc. Cada vez son más los que solicitan ingresar al secundario y también a estudios superiores. Como rasgo muy positivo encontramos que las mujeres buscan instancias de capacitación aunque no se manifiesta integrada en los espacios libres o de recreación.
Para ir encauzando todas estas perspectivas hacia un mismo objetivo se requiere multidisciplinariedad, capacitación continua del personal de contacto con los internos, pensar en políticas de estado que otorguen institucionalidad y las continuidades necesarias, aunque existan y sean consideradas deseables la renovación democrática. Al mismo tiempo, rediseñar prácticas de seguridad que sean dinámicas, cambiando la idea de ‘orden pasivo’ por una idea de ‘orden activo’.